La muerte desde la sociología

 

SOCIOLOGÍA DE LA MUERTE

Festival del Día de Muertos en Mixquic, Distrito Federal, México. Autor: Jordi Cueto-Felgueroso Arocha, 2/11/2014. Fuente: Wikimedia Commons. CC-BY-SA-4.0


El 31 de octubre se celebra el día de Halloween (tradición anglosajona), el 1 de noviembre el Día de Todos los Santos (católica) y el 1 y 2 de noviembre el Día de Muertos en Latinoamérica. Todas giran alrededor de la muerte. Así pues, en este artículo reflexionaremos sobre la muerte como concepto y objeto de estudio de la sociología.

Nacemos y morimos, pero entre medias participamos individualmente en esa amalgama de procesos e interrelaciones colectivas que solemos llamar vivir.

I

Existen diferentes etapas de la vida: nacimiento, infancia, adolescencia y adultez. Todas ellas son vistas desde un punto de vista positivo en la mayoría de ocasiones. Ritos de paso que simbolizan el camino de la vida y el reconocimiento social de como prosperamos en el buen sentido de lo socialmente prestablecido, que, aunque está muchas veces traspasado por acontecimientos biológicos como el desarrollo sexual, realmente está más influenciado si cabe por las construcciones de significados sociales que hacemos alrededor de ellos.

Sin embargo, con la muerte existe una relación peculiar, pues por lo que ella envuelve: la pérdida definitiva de existencia, se presenta en muchas ocasiones como un tabú. Y es que, aunque nos empeñemos en negarlo, la muerte es el acontecimiento que traspasa toda nuestra vida. Sin ella, seguramente no tendría sentido levantarse cada mañana, amar, ser mejor persona, conseguir metas, objetivos, aprovechar el tiempo y, en definitiva, vivir. Es muy posible que tener la certeza de que cada momento no va a volver, de que cada día muere para que nazca otro, pero que llegará un momento en que ya no habrá otro día sino una calma eterna y oscura, sea el principal motor individual de cada persona, un motor que en ocasiones puede ser visto como un tabú o una prisión.

 

La religión: una explicación sociológica de la muerte

Así pues, desde la sociología siempre se ha relacionado el acontecimiento de la muerte con el origen de las religiones, entendiendo a estas últimas como cosmovisiones o conjunto de creencias que intentan dar respuesta al hecho de morir. Como hemos comentado antes, la muerte es un impulso vital que le da sentido a la vida individual y social, pero también es el acto que más miedo e incertidumbre nos suele dar. Morir da pavor, pensarlo detenidamente provoca una ligera presión en la boca del estómago. Es por eso que las religiones, desde el principio de los tiempos, se han encargado de paliar esa angustia, prácticamente todos los relatos religiosos dan una explicación y, a su vez, otorgan una especie de salvación frente a la muerte.

En el budismo, por ejemplo, se defiende el relato del renacimiento, donde se supone que las acciones que una persona a realizado a lo largo de su vida le llevarán a una nueva existencia después de la muerte en forma de reencarnación. En las religiones asiáticas hindús, donde conviven múltiples religiones que se influyen entre ellas como el hinduismo, el jainismo, el sijismo y el propio budismo. La reencarnación es uno de los relatos más comunes para hacer frente a la muerte.

Existen otros ejemplos como el cristianismo, donde dependiendo de tus actos en vida, una vez mueres se inicia un camino hacia la salvación y el paraíso o la condena y el infierno. Como podemos observar, la muerte nunca suele ser el final en el pensamiento religioso, algo que da un alivio existencial.

 

La sociología de la muerte: El Día de Muertos en México, un ejemplo de ritual social mortuorio

Quizá sea uno de los rituales más famosos del mundo sobre la muerte. Esta festividad mexicana celebrada el día 1 y 2 de noviembre no es exclusiva de dicho país, ya que se celebra en otros lugares de Latinoamérica como Bolivia, Perú, Ecuador y en otros países de América Central y del Sur.

El origen de este ritual social que gira alrededor de la muerte se encuentra en los antiguos pueblos mesoamericanos. Para estos antiguos pueblos la muerte era vista de una manera muy diferente al punto de vista occidental, el cual, básicamente se sostiene en las ideas de infierno o cielo, unos idearios ligados a los actos en vida de las personas y el premio o el castigo que recibimos por ello.

Sin embargo, para los pueblos latinoamericanos originarios el viaje del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que se tenía. Civilizaciones como los aztecas o los mayas tenían una rica cosmovisión, simbología y significados que componen el cuerpo y poso social del que se sustenta gran parte de los rituales sociales llevados a cabo en el Día de Muertos.

Con la llegada de los españoles en 1492 y la imposición del cristianismo a los pueblos originarios de Latinoamérica, se produjo una especie de fusión de elementos, donde se hizo coincidir el Día de todos los Santos, la festividad católica por excelencia sobre los difuntos, con los rituales sobre la muerte de los pueblos mesoamericanos, surgiendo así el Día de Muertos.

 

Mujeres en El Día de Muertos en México

La muerte como objeto de estudio de la sociología

La muerte es un objeto de estudio que lejos de ocupar un lugar central en la sociología, como pueden ser ámbitos relacionados con las artes, las ciencias de la vida, la economía, el deporte, el género… presenta un papel menos popular.

Si es cierto, que como bien sabemos, la sociología se inicia en occidente y, por tanto, aquí encontramos un primer sesgo sobre el estudio de la muerte, pues la sociología en sus inicios estudiaba los rituales relacionados con las defunciones, sus símbolos, significados y cosmovisiones de las sociedades no occidentales, pero evitaba a su vez hacerlo de la visión occidental de la muerte. Como dice el refrán: “en casa del herrero cuchillo de palo”.

A su vez, también debemos entender como con el surgimiento del capitalismo, el proceso de individualización y secularización de las sociedades modernas, donde la esfera religiosa se va diferenciando cada vez más de la política y el gobierno público, la visión religiosa del mundo pasa a ser desplazada al hogar privado y, además, los avances científicos empiezan a otorgar una explicación más verosímil sobre la muerte a través de los avances en biología y medicina.

El ateísmo y el racionalismo cobran fuerza frente a las explicaciones míticas y fantásticas de la muerte. Esto pese arrojar luz y una versión diferente sobre la muerte. Es decir, que la muerte es el paso a la no existencia, a la no conciencia y a la nada, siendo nuestros cuerpos descompuestos y pasando a ser partículas que formaran parte de otros procesos, cuerpos y espacios ecosistémicos. No consiguió evitar que continuara el tabú y el miedo sobre ella.



El divulgador, científico y astrofísico Neil deGrasse reflexiona sobre la muerte.


En una sociedad productiva, rápida y optimizada al máximo, la fría eficiencia científica-médica antepone su lógica de como digerir la muerte y, esta no es otra que ocultándola. Si bien es cierto que las religiones inventan relatos fantásticos sobre nuestro destino final, la mayoría de las veces para paliar la angustia que supone el pensamiento de llegar a un estado de no existencia. En la actualidad, nos encontramos con que se ha normalizado en las sociedades modernas ignorar la muerte, sobre todo la de uno mismo como opción final e inesquivable.

La socióloga Susan Sontag, hizo una interesante investigación sobre los avances en medicina, el surgimiento de nuevos tratamientos y las consecuencias sociales de estos, consecuencias que abrían a su vez nuevos campos de estudios sociales sobre la muerte:

Los avances de la medicina respecto de las enfermedades crónicas, en particular el cáncer, permitía quizás no la cura, pero sí predecir un tiempo de sobre vida y la necesidad de hablar con los pacientes o al menos con los familiares. Pero, además, el cáncer se erige como metáfora del mal, de la invasión, tanto en el pensamiento corriente como en la política (Sontag 1977). Los tratamientos contra el cáncer dan lugar a una serie de debates y cuestionamientos sociales. Una fue la naciente crítica al poder médico y a los modos de tratar la enfermedad. Serán médicos, pero sobre todo psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales quienes alerten sobre la contracara de esta tecnología en expansión: la deshumanización del cuidado del paciente; un cuerpo sometido hasta sus últimos momentos a intentos de prolongar la vida, sin respetar sus deseos, sin compartir información, sin consentimiento y sin facilitar un pasaje inexorable. (Gayol, S., & Kessler, G. 2011).

Debates sociales como el derecho a una muerte digna a través de la eutanasia o también el derecho al aborto reivindicado de manera muy lógica por las mujeres y el feminismo, son también ámbitos sociales relacionados con la sociología de la muerte que saltan a la palestra sociopolítica con mucha fuerza.

En definitiva y como Emile Durkheim explicaba, en sociedades donde prima una solidaridad mecánica. Es decir, sociedades donde no hay una división del trabajo potente y las tareas son similares para todas las personas de la comunidad, la muerte significaba algo trascendental, algo que no se podía ignorar ni ocultar, pues afectaba y afecta de manera directa a todas y cada una de las personas que forman parte del grupo.

Sin embargo, en las sociedades modernas actuales, donde existe una división del trabajo muy compleja y, por tanto, una solidaridad orgánica. La muerte ya no causa ese impacto social, pues la función que cada uno de nosotros y nosotras realizamos es fácilmente sustituible por otro individuo en este mundo globalizado de 7000 millones de personas.

Es por eso la importancia de las ciencias sociales y humanas para comprender mejor como nos afecta social y psicológicamente la muerte, y como podemos hacer más llevadero el camino inexorable hasta este acontecimiento único para cada uno de nosotros y nosotras. Un acontecimiento que, aunque solo lo podamos experimentar en nuestras carnes una sola vez, lo vivimos a nuestro alrededor en múltiples ocasiones cuando mueren conocidos, amigas, familiares y gente de nuestro entorno. 

En conclusión, somos expulsados al mundo y nos encontramos entre dos actos caóticos; nacer y morir, y solo mientras tanto podemos hacer sociología.



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Bibliografía:

Gayol, S., & Kessler, G. (2011). La muerte en las ciencias sociales: una aproximación. Persona Y Sociedad25(1), 51,74. https://doi.org/10.53689/pys.v25i1.205

Lynch, Gloria, & Oddone, María Julieta. (2017). La percepción de la muerte en el curso de la vida: Un estudio del papel de la muerte en los cambios y eventos biográficos. Revista de Ciencias Sociales30(40), 129-150. Recuperado en 26 de febrero de 2022, de http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0797-55382017000100007&lng=es&tlng=es.



Comentarios

  1. Interesante artículo, realmente entre el nacer y el morir sólo podemos hacer sociología. Me ha gustado mucho tu blog. Un saludo.

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