Lo que no está vivo… pero tampoco muerto: Jon Greenaway y el marxismo gótico

 

Lo que no está vivo… pero tampoco muerto: Jon Greenaway y el marxismo gótico

Portada del libro Capitalismo gótico: una historia de terror. Del marxismo gótico y el lado oscuro de la imaginación social (2024). 

Mark Fisher ya nos advertía en su ensayo Lo raro y lo espeluznante cómo lo monstruoso estaba ligado indisolublemente al espectro de lo nuevo, lo radicalmente genuino y, por tanto, lo rupturista con las categorías materiales y culturales de una época determinada.

El materialismo gótico fue elaborado por él, pero en herencia sobre pensamientos de otros autores como Walter Benjamin o Ernst Bloch, los cuales criticaron el marxismo científico y pusieron el eco en esferas que podríamos catalogar como culturales y espirituales; todo ello con el fin de construir un comunismo que consiguiera liberarse de los grilletes coercitivos que las estructuras del capitalismo moderno tejían en silencio bajo los proyectos postcapitalistas.

Cogiendo textualmente la cita de Marx sobre el vampiro, se fue teorizando sobre la relación entre lo inerte, lo autónomo en la esfera de lo social, y aquellos homínidos que intentan utilizar la razón para comprender la realidad en la que viven. Este es el testigo que también rescata Jon Greenaway en su ensayo Capitalismo gótico: una historia de terror. Del marxismo gótico y el lado oscuro de la imaginación social (2024).

En este libro, Greenaway es claro en sus intenciones: “Quizá ahora, en un nuevo momento de crisis capitalista, necesitemos recuperar el potencial simbólico y catalizador del monstruo como aquello que encarna las hipocresías e injusticias del orden actual y señala el camino hacia un mundo mejor” (Greenaway, 2024: 70).

Partiendo de esta premisa, se inmiscuye en encontrar aquellas pistas culturales que subyacen en lo que nos aterra, para comprender cómo en lo metafórico o arquetípico también se esconde aquello que nos duele o que nos falta en esta vida social supeditada al capital. Es por eso que Greenaway hace un recorrido por los diferentes monstruos modernos y también posmodernos, que acechan en los rincones de nuestro imaginario.

El primero de ellos, uno de los más conocidos: Frankenstein:

“La criatura de Frankenstein es un producto de la vivisección, literalmente cosido a partir de los pedazos de los desfavorecidos y de la clase trabajadora que Victor ha robado de sus tumbas. Incluso en la muerte, los pobres no obtienen la dignidad de la paz, sino que son, de nuevo, obligados a servir. Victor ‘jugueteaba entre las impuras aguas de la tumba [...] torturaba a los animales vivos para animar la arcilla sin vida’. Pretende crear algo bello, pero le repugna la subjetividad encarnada que hace nacer. La criatura, por el contrario, llega a la existencia desprovista de ontología, incapaz de tener sentido como ser” (Greenaway, 2024: 66).

Así como el monstruo de Frankenstein surge del propio cuerpo mutilado y maltratado del proletariado, animado además por la tecnología moderna de hace dos siglos, ahora ese monstruo es más actual que nunca, donde la técnica y la tecnología resquebrajan las fronteras del cuerpo, de lo muerto y de lo vivo, conformándose dentro de lo gótico. Aquí tenemos el primer ejemplo de la relación entre terror y sociedad que el autor nos otorga.

Siguiendo con la búsqueda del horror, Drácula es otra parada obligada. Lo vampírico, sin duda, compone al capitalismo: “El capital es trabajo muerto que, cual vampiro, solo vive chupando trabajo vivo, y vive tanto más cuanto más trabajo chupa”, decía Karl Marx en El Capital. Y aunque es bastante obvio que Drácula simboliza al burgués que parasita la vida del trabajador y de todo un sistema social, también podemos ver, como Greenaway apunta, nuevas interpretaciones de lo vampírico:

“Hay que admitir que a menudo se instrumentaliza al vampiro para sustituir o representar la figura del capitalismo que se aprovecha de los cuerpos de los pobres, especialmente de los niños. Con demasiada facilidad, esto desemboca en ataques queerfóbicos y antisemitas contra una figura externa en nombre de asegurar la posición de las estructuras familiares blancas y heteronormativas. Sin embargo, hay dos momentos importantes en la novela que resultan útiles para leer al vampiro bajo estas formas utópicas y antitrabajo” (Greenaway, 2024: 74).

Lo cultural, como vemos, es quebradizo, y un mismo símbolo del terror puede albergar de forma dialéctica en realidad, opuestos significados.

En definitiva, lo terrorífico y lo gótico se entremezclan en el capitalismo actual, donde la frontera del sujeto cartesiano se descompone, la técnica se abre paso a través de nuestra carne y el capital, más autónomo que nunca, nos obliga a entender todo aquello que ni está vivo, pero tampoco está muerto. Esta es la principal premisa de Jon Greenaway: utilizar el terror para comprender aquello que nos guía muchas veces de manera fantasmática sobre el caminar cotidiano.

Porque en lo terrorífico está lo que nos oprime, pero también aquello tan nuevo que siempre puede albergar la esperanza de algo radicalmente más libre.




Este texto es una reseña del ensayo escrito por Jon Greenaway Capitalismo: una historia de terror. Del marxismo gótico y el oscuro de la imaginación radical. Publicado por la editorial mutatis mutandis (2024)

Enlace a la web de la editorial mutatis mutandis

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