Sociología del consumo y clase trabajadora

identidad y consumo: Un texto sobre como el consumismo diluye a la clase trabajadora.



El consumo como modo de producción social es igual de antiguo que la más antigua forma de producción. Estas tres dimensiones: producción, consumo y trabajo están profundamente ligadas. Aunque a veces caemos en la generalización de que el consumo es algo negativo inherente al capitalismo, lo que realmente es nocivo es el consumismo capitalista. El consumo, por sí mismo, es solo una dimensión más de las sociedades y es, de hecho, un fenómeno universal.

El sociólogo y antropólogo Marcel Mauss señala que el consumo es un hecho social global, lo que implica que abarca la totalidad de los espacios sociales. Desde esta perspectiva, el consumo puede entenderse como un proceso de comunicación en el que se intercambian discursos y significados simbólicos.


Para comprender mejor este enfoque, podemos hacer una distinción entre dos vertientes explicativas. Por un lado, está la cultura de la oferta, que representa todo lo que se pone en el mercado, no como meros productos físicos, sino también como discursos cargados de imágenes y significados sociales. Un ejemplo claro de esto es la publicidad, que no solo presenta productos, sino que los dota de significados culturales y visuales. Desde esta cultura de la oferta, el consumo cumple una función clave: categorizar a los consumidores y, a la vez, reforzar las estructuras sociales y económicas.

Quien consume lo hace impulsado por motivos que pueden entenderse como parte de dos grandes procesos. El primero es un proceso de pertenencia a un grupo o cultura (ya sea un grupo deportivo, familia, grupo de amigos, tribu urbana, etc.), lo que implica consumir productos específicos, ya sean materiales o culturales, con el fin de integrarse y evitar el aislamiento dentro de esos grupos. El segundo es un proceso de distinción, en el que el individuo no solo busca integrarse en un grupo, sino también diferenciarse de otros, especialmente de otras clases sociales o grupos de poder.

Sociología del consumo: la lucha de clases en el acto consumista


Ahora, desde una perspectiva marxista, el consumo juega un papel central en la reproducción de las relaciones capitalistas de producción. La clase trabajadora, inmersa en el ciclo de producción y consumo, se encuentra atrapada en un sistema donde los productos que consume, aunque se le presentan como elecciones individuales, están predeterminados por la oferta del capital. Según teóricos como Fredric Jameson, el consumo en el capitalismo tardío está profundamente imbricado en la lógica cultural del capital. El consumismo es la forma en la que el capitalismo consolida su hegemonía cultural, transformando cada acto de consumo en una reafirmación de su poder.

La clase trabajadora, en este contexto, no solo produce la riqueza que otros disfrutan, sino que también se ve obligada a participar en el consumo de productos que perpetúan su explotación. La alienación no ocurre solo en la producción, donde el trabajador está desvinculado del fruto de su trabajo, sino también en el consumo, donde el trabajador consume mercancías que refuerzan el sistema que lo oprime. Así, el acto de consumo para la clase trabajadora no es neutro, sino profundamente ideológico. Se nos invita a comprar para sentirnos parte de un mundo que, paradójicamente, nunca poseemos.


El consumo observado desde las ciencias sociales nos muestra que, con el asentamiento de la sociedad de consumo, este acto se ha convertido en un mediador moral, cultural y constructor de identidad. Proporciona signos, imágenes y argumentos para nombrar y estructurar simbólicamente las relaciones sociales en las que nos desenvolvemos dentro de grupos específicos. Sin embargo, esta interpretación corre el riesgo de ocultar la alienación inherente al consumo bajo el capitalismo. En lugar de ser un simple mediador cultural, el consumo se convierte en un espacio de lucha de clases, donde las decisiones de compra están determinadas por las limitaciones materiales de la clase trabajadora y, al mismo tiempo, sirven para reforzar el sistema que genera esas mismas limitaciones.

Más allá de la crítica superficial del consumo como una dimensión alienante (que, indudablemente, lo es), es crucial entenderlo como una práctica social en toda su complejidad. Desde el marxismo, el consumo bajo el capitalismo es parte de la maquinaria ideológica que busca mantener a la clase trabajadora en su lugar. Fredric Jameson lo ha descrito como parte de una lógica cultural en la que las contradicciones del capital se desplazan y reconfiguran, siempre presentándose como opciones personales o culturales, cuando en realidad están dictadas por la acumulación de capital.

Sociología del consumo: el consumo como acto político


El consumo, por tanto, es política. Si permitimos que otros definan cómo consumimos, terminamos aceptando las reglas del juego que perpetúan la explotación de la clase trabajadora. De ahí la importancia de articular políticas de consumo que estén alineadas con los intereses de los trabajadores. En un contexto de crisis climática, esto se vuelve aún más evidente. El cambio en los patrones de consumo, desde la reducción del consumo excesivo hasta el cuestionamiento de la forma en que los millonarios consumen y agotan recursos, revela cómo el consumo se convierte en una herramienta de control y explotación. Los millonarios, con su inmensa huella ecológica y despilfarro de recursos, exacerban las crisis ambientales que afectan de manera desproporcionada a la clase trabajadora, la cual enfrenta mayores dificultades para adaptarse a los cambios climáticos y sus consecuencias.

En resumen, el consumo es un campo de batalla ideológico en el que la clase trabajadora, muchas veces sin darse cuenta, está luchando por su propia emancipación. Cada acto y posición frente al consumo quizá tenga más efecto político que votar cada cuatro años en la democracia burguesa. La diferencia es que, en el consumo, la elección es aún más restringida, porque nuestras opciones están moldeadas por las necesidades del capital, no por nuestras necesidades humanas. Entender esto es fundamental para avanzar hacia un cambio real que beneficie a la clase trabajadora, en lugar de perpetuar las dinámicas de explotación y alienación que caracterizan al capitalismo en su fase actual.

BIBLIOGRAFIA

  • Jameson, F. (1991). Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism. Duke University Press.
  • Mauss, M. (2009). Ensayo sobre el don: Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas (M. Delgado, Trad.). Katz Editores. (Trabajo original publicado en 1925).


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