El velo del capital: espacio, conciencia y alienación en la ciudad

El velo del capital: espacio, conciencia y alienación en la ciudad

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La lucha contra el capital es la lucha contra la alienación. Es decir, el pulso entre la pulsión de autonomía de la clase trabajadora y todas aquellas inercias, espoleadas por el capital, que nos despojan de nuestra capacidad de organizarnos políticamente alrededor de nuestros intereses de clase.

La materia es el primer paso que desencadena la conciencia, pero más bien, las formas sociales que se construyen alrededor de como nos relacionamos con el mundo, son aquellas, que junto con los procesos políticos, culturales y sociales acaban moldeando lo que somos. En palabras de Karl Marx: El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia.

Entrada de una parada de metro de una ciudad indeterminada

Ahora traslademos estas dos dimensiones a nuestra vivencia cotidiana, pensemos sobre el suelo que pisamos cada día para ir a trabajar, los barrios que cruzamos para ir a ver a nuestra pareja, los trenes que cogemos a diario para ir de una parte a otra de la ciudad, los aeropuertos que visitamos para irnos a otro país o las áreas de servicio que nos ven descansar en medio de una travesía hacia un punto determinado del mundo material.

En muchos de ellos nos hemos sentido extraños, alienados, en un purgatorio ¿Qué nos dicen esos espacios que tienen el único sentido de transportar a la masa humana por unos flujos de movilidad totalmente influenciadas por el sistema de producción capitalista y sus tempos? Como Mark Fisher nos recordaba: Este lugar a medio camino es una versión prototípica de lo que el antropólogo Marc Augé llamaría en su libro de 1992 "no-lugares", las zonas genéricas de tránsito (centros comerciales, aeropuertos) que cada vez más iban a dominar los espacios del capitalismo tardío.

Augé nos hablaba de espacios vacíos de significado, de identidad, de memoria. Pero él no-lugar tiene una dimensión añadida, pues es más bien una seña de un proceso aún mayor, una colonización del espacio por parte del capital, que preso de su lógica optimizadora, implementa una gestión de la materia y, por tanto, del espacio que nos ve movernos como pequeñas hormigas quedan una estela rastreable a su paso.

Escaleras metálicas en la entrada de una parada de metro

El espacio se mercantiliza de una manera tan totalizante que lo percibimos como algo sin historia, sin ideología, en efecto, una especie de no-lugar. No obstante, el proceso es justo el contrario: lo que nos encontramos es que las ciudades, nuestros barrios, nuestros lugares de ocio y de consumo, están más traspasados que nunca por las inercias históricas que el capitalismo ahora mismo proyecta sin ningún tipo de oposición.  El efecto de tal proceso descrito es la invisibilización del propio ¿Cómo vamos a comprender las dimensiones históricas que nos componen si cuando caminamos por el barrio que nos ha visto nacer lo que vemos es una especie centro comercialización del lugar? ¿Franquicias, turistas, apartamentos para alquilar, y un gran río de consumidores? Este sería quizá el ejemplo de un barrio gentrificado o turistificado. Pero hay otros, porque nada se escapada y todos los espacios son traspasados por esa lógica mercantil que en el plano cultural Fisher y Jameson catalogarán como una crisis de historicidad. Recordad que lo material condiciona la conciencia o al menos dialoga muy intensamente con ella, por eso mientras nuestros espacios son desprovistos de sus elementos temporales e históricos y sustituidos por lugares enfocados al consumo o al trabajo capitalista, nuestra conciencia se difumina en un inmovilismo presentista, donde las referencias para trascender esta aparente espiral se dificultan

Barrio periférico en Hong Kong

Así los barrios obreros se convierten en lugares desprovistos de servicios y espacios comunitarios, transformándose en barrios dormitorio donde una clase trabajadora extenuada descansa bajo el ocaso de un día que parece siempre el mismo, eterno, siempre retornado, siempre traspasado por el despertador y la necesidad de vender nuestro cuerpo y nuestra dignidad a aquel que posee los medios de producción.

Otros lugares obreros, donde la clase trabajadora más desfavorecida y precaria se asienta, los espacios se transforman en completas distopías: cobran el nombre de gueto, o barrio peligroso, infectado por la droga o el crimen. No obstante, es una cara diferente del mismo proceso, donde el capitalismo acaba transformando todos los lugares a causa de la lógica que su modo de producción nos impone un modo de vivir, nos deja indefensos sobre los efectos que genera, y actualmente, sin oposición, nos arranca la historia que ha sido marcada en piedra en los muros de las ciudades. Es así como nuestro sufrimiento queda desamparando, buscando un motivo para el que poder comprenderse, cuando la realidad, es que la explicación está en nuestro alrededor, en lo más mundano y cotidiano, con el único inconveniente de que hemos perdido la capacidad de ver bajo el tupido velo del capital. Porque como os decía al principio de estas frases; la materia es el primer paso que desencadena la conciencia.

«el anacronismo ha conducido a la estasis: el tiempo se ha detenido. La estación de servicio está en "un bolsón, un vacío". "Todavía hay tráfico, pero no va a ninguna parte"».

—Mark Fisher, los fantasmas de mi vida

Bibliografía

  • Augé, M. (1992). Los no-lugares: Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Gedisa.
  • Fisher, M. (2009). Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?. Caja Negra Editora.
  • Jameson, F. (2024). El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Verso Libros.
  • Marx, K. (1859). Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política.


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