Sinners: cuerpos para el mercado, almas para el mito

 

Sinners: cuerpos para el mercado, almas para el mito

Fotograma de la película Sinners (2025)

Dos hermanos gemelos, uno con sombrero azul, otro con un sombrero rojo. Es 1932 en Mississippi; la ley seca en Estados Unidos vertebra la principal actividad de la mafia, y estos dos gánsteres que han pasado siete años en Chicago vuelven a su hogar.

Los ecos de lo social componen los fantasmas de nuestro imaginario. En aquella tierra baldía, repleta de plantaciones de algodón, el terror era algo cotidiano, encarnado por el hombre blanco, cristalizado en la capucha del Klan y el burgués esclavista que doblegaba la libertad de la población afroamericana con un yugo implacable. Los monstruos suelen ser asociados a las historias, los cuentos y las películas de terror, pero una película de terror puede contraer diferentes monstruos, algunos reales y otros imaginarios.

Fotograma de la película Sinners (2025)

La película Sinners es una historia que utiliza el cine Pulp para entretener; obviamente, ese es el objetivo de este género. Pero no se queda ahí, ni mucho menos, pues es también un repaso por las almas del pueblo negro, haciendo honor al sociólogo W.E.B. Du Bouis.

En ella vemos esa particularidad temporal de la cultura actual y su relación extraña con el tiempo. Pues, aunque la película se sitúe en la década de los 30, da la sensación de ser ahora, y quizá da la sensación porque estamos viviendo el mismo interregno que hace cien años, donde los monstruos salían de las peores historias para convertirse en realidad. Unos monstruos que quizá jamás imaginamos, pero que, de la mano del fascismo y el racismo, asolaron toda Europa.

Como os decía, en Sinners dos hermanos vuelven al caluroso y húmedo Mississippi, y mientras los campos de algodón muestran un paisaje sublime donde el individuo sucumbe a la totalidad del latifundio que no atisba un final alcanzable por la mirada humana, un mal les acecha desde una tierra podrida por la violencia y el racismo de esa nación llamada Estados Unidos.

Fotograma de la película Sinners (2025)

Los hermanos quieren empezar de cero, dejar la vida de violencia de Chicago y abrir un club de Blues donde la comunidad que los vio nacer les dé cobijo emocional y también monetario. Pues esta película, por supuesto, como muchas otras —como la gran mayoría— también está encerrada sobre el realismo capitalista. Es decir, sobre la incapacidad de crear historias fuera del capitalismo y su naturalizada ideología. Digamos que a estos dos el plan les sale mal. Pero mientras eso ocurre, el director Ryan Coogler nos deleita con una atmósfera que se cuece a fuego lento y donde el misticismo afroamericano se mezcla con la voz de un pueblo cristalizada en algo tan cerca de lo sobrenatural como es el blues.

Coogler nos lo dice claro: la música conecta con los espectros, tanto del pasado como del futuro, nos libera de la materialidad, por un momento, aunque esta música surja de esta misma. Es decir, brote de las manos cortadas y agrietadas que recogen el algodón propiedad de los blancos burgueses.

Fotograma de la película Sinners (2025)

Aunque no os lo creáis, esta es una historia de vampiros, unos vampiros que acechan a la comunidad negra, porque están insertos en un sistema que históricamente los ha desangrado, los ha considerado como carnaza y sangre. Y no solo a ellos como fuerza de trabajo, sino a su propia cultura y la oportunidad de mercantilizarla. Parafraseando una frase de la película: a los blancos les gusta el Blues, pero no quién lo toca.

Fotograma de la película Sinners (2025)

Y ahora, esta tesis de la vampirización de la cultura proletaria toma más envergadura que nunca. Aunque esta entretenida y buena película caiga en los vicios neoliberales de toda industria cultural, si afinamos la mirada —algo fundamental en estos tiempos oscuros—, veremos cómo nos refleja esa mercantilización de la cultura de los pueblos proletarios que lucharon y luchan históricamente contra la burguesía que los oprime, y donde en el seno de muchos de ellos se imaginaron y se imaginan horizontes postcapitalistas.

Es paradójico que incluso la propia película se deba ver como algo así, es decir, como una mercancía vampírica que intenta explotar la historia del pueblo negro, pero que, a su vez, es un retrato veraz de los monstruos que debemos destruir.

Fotograma de la película Sinners (2025)

Recordando a Jameson, este fenómeno sin duda se inscribe en la lógica de la cultura posmoderna, donde todo relato termina siendo absorbido por la forma mercancía, incluso aquellos que intentan criticar dicha lógica. Es decir, el vampirismo cultural no solo es temático sino estructural: el capitalismo es capaz de absorber y redistribuir cualquier crítica como valor estético o consumo simbólico. Así, Sinners no solo representa el terror pulp como género, sino que está atrapada en él, como una manifestación de nuestra incapacidad cultural para escapar del bucle, mientras el monstruo sigue alimentándose, no solo de cuerpos, sino de significados.


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