El deseo postcapitalista oculto en “pequeños guerreros”

 

El deseo postcapitalista oculto en “pequeños guerreros”

 

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Texto escrito por Jose Bobadilla y Álvaro Soler

Alan Abernathy vive en un barrio de clase media estadounidense. Las casas unifamiliares vertebran el paisaje de la ciudad jardín norteamericana, que, a finales de los noventa, se nos presentaba como la ordenación del territorio ideal. En una ciudad ficticia llamada Winlow Corners, ubicada en el estado de Ohio, este chico de 15 años se encarga todas las tardes de la tienda de juguetes de su padre.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Paralelamente a esto, la empresa Globotech Industries está monopolizando el mercado capitalista, comprando empresas de todos los sectores, incluida la empresa de juguetería Heartland Play Systems. Globotech despide a todos los empleados menos a sus dos mejores diseñadores — Irwin y Larry Benson — y les exige que sus productos — los juguetes — sean más “realistas”, lo que lleva a la creación de los soldados Comando de Élite y los Gorgonitas a los que les implantan chips de inteligencia militar.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Mientras esto sucede, Alan convence a su repartidor de confianza de juguetes de que le deje una caja de cada uno de los bandos a escondidas; su padre no vende juguetes bélicos por cuestiones morales, pero Alan le insiste al repartidor para llevarlo en secreto y venderlos antes de que su padre vuelva del curso de coaching empresarial que está realizando en Nueva York.

El pequeño comercio burgués está siendo absorbido por las grandes multinacionales. Es 1998 y el realismo capitalista es más fuerte que nunca, el cual se empieza a cristalizar en las empresas tecnológicas como la ficticia Globotech, insertas en todos los mercados, pero, sobre todo, insertas en el complejo militar-industrial del monstruo imperialista llamado Estados.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

No obstante, los dos bandos que representan estos dos tipos de juguetes inteligentes son muy diferentes. Y de ahí la diferencia de deseos y narrativas que los construyen. Por un lado, tenemos a los Comandos de Élite liderados por el ultramachote Chip Hazard. Un grupo de soldados de acción, puro simulacro de los militares norteamericanos que nos da a entender que éstos son más que unas simples figuras de acción: son tótems del neoliberalismo armado. Su identidad no surge del deseo de nada genuino, sino de la misión. No piensan, no dudan, no imaginan. Solo ejecutan. Son el puro acto vacío de una violencia estructural que se presenta como natural, como inevitable, como entretenimiento. En ellos se cifra la lógica del capital: producir cuerpos obedientes, sin historia, sin memoria, sin mundo, violentos y fascistas: todo ello cristalizado en lo que simboliza ser militar hoy en día en el capitalismo.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Por otro lado, los Gorgonitas liderados por Archer, son una especie de criaturas diversas, feas, no humanas, pero, sin embargo, con más humanidad que los Comando de Élite. Ellos encarnan, bajo nuestro punto de vista, un deseo que no encaja, que no sirve, que no se integra. Pero es precisamente en su disfuncionalidad donde se cuela la posibilidad de otro futuro. Ellos quieren conocer, explorar, sobrevivir. Su anhelo no es la victoria, sino el lugar imposible de Gorgon: una utopía desplazada, nunca vista, que solo existe en las ruinas del presente. Los Gorgonitas no son la resistencia: son el deseo postcapitalista mismo, frágil, impuro, desplazado, que sigue ardiendo bajo los escombros del shopping armado que habitamos.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Este resumen, la presentación de personajes y su marco de valoración e interpretación de la realidad, sirven como antesala a todo el análisis que procederemos a realizar. Porque, ah, sí, se nos olvidaba comentarlo: esta es una película gamberra de comedia y acción del director Joe Dante, conocido también por otras obras que mezclan sátira y cultura pop como Gremlins y The ‘Burbs, donde unos juguetes cobran vida gracias a un chip que simula inteligencia, convirtiéndolos en una especie de androides pequeñitos.

En consecuencia, adentrarse en esta película implica prestar atención a sus diálogos y, concretamente, a las conversaciones que suceden en los primeros escasos dos minutos y cuarenta segundos del metraje, pues en ellos pueden observarse ciertas inercias conflictivas entre la pequeña burguesía y las monstruosas tecnológicas transnacionales que se han consolidado como hegemónicos monopolios actualmente, como puede verse en este diálogo entre Joe — el repartidor — y Alan.

Joe: Pronto el mundo entero pertenecerá a una gran multinacional, se acabaron los chiringuitos. ¿Oye, y tu padre? Le traigo un pedido.

Alan: Se ha largado a un cursillo de cómo hacer su pequeña empresa un próspero negocio. Le sugerí que incendiara la tienda.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Sin embargo, lejos de quedarse aquí, la película de Pequeños Guerreros también nos lanza hacia el conflicto ideológico que tensa toda la época capitalista: el deseo por permanecer en el capitalismo y el deseo por el cambio. Ambos deseos cristalizados en los dos bandos de pequeños guerreros enfrentados en esta historia.

Sin salirnos aún de estos dos minutos y cuarenta segundos de película encontramos otro diálogo entre Irwin –creador de los Gorgonitas –quien le expresa su desencanto hacia la multinacional Globtech a Larry Benson –creador del Comando de Élite– diciéndole:

Irwin: No sé, yo creo que es algo triste, juguetes Heartland siempre ha alegrado el corazón de los niños sabes y a Gil Mas le importa un pepino todo eso, solo le interesan los beneficios y eso apesta.

Larry: Bienvenido a la tierra, quizás no conozcas nuestras costumbres pero así es como funcionan las cosas aquí en el mundo real.

Irwin: Pues el mundo real apesta.

Larry: Sí, pero tiene sus encantos (dice mientras mira a una mujer demostrando la estructura patriarcal de este personaje).

Esta conversación es una de las mejores muestras de realismo capitalista. Enseña que el mundo real está construido desde las lógicas del libre mercado, la competitividad neoliberal y la ficcionalidad del capital, mientras les dice a los espectadores que cualquier otra aproximación a un mundo no capitalista –o postcapitalista– no son más que meras utopías e ilusiones. Y aunque este mundo apesta, encontramos sus encantos en la cosificación de la mujer y, como se mostrará al final de la película, en el dinero.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Como venimos exponiendo, los diálogos en esta película ya dejan entrever las lógicas neoliberales insertas en las estructuras psicológicas de los personajes y, de ahí que, en una conversación sobre márquetin, decidan resignificar la palabra vixlencia como acción. Los Comandos de Élite no son juguetes de acción sino de vixlencia, su finalidad es destruir y pulverizar a los Gorgonitas, quienes han sido catalogados como enemigos. Este cambio en el lenguaje no responde únicamente a la invisibilización de la vixlencia, sino a la mercantilización de la misma, tal y como dice el presidente de la juguetería Heartland: la acción vende.

Otro detalle importante que se encuentra en los diálogos iniciales de la película y que muestra las diferencias entre los Gorgonitas y el Comando de Élite –que no dejan de ser la representación ideológica de Irwin y Larry– es que mientras los segundos son movidos por deseos de vixlencia, los (in)humanos Gorgonitas son guiados por el deseo de aprender. Aprender, esa palabra que al magnate Gil Mas le produce tanto rechazo que, justo en el momento en el que Irwin la menciona, Gil decide dejar de prestarle atención. La educación no es rentable, la violencia, como se ha dicho anteriormente, es una una mercancía lucrativa.

En algunos momentos de la película esta quiere ponernos en frente la hipocresía de la especie humana y su veneración al capital y la tecnología en dos momentos que, aunque parezcan inconexos, tienen una fuerte unión. En una primera escena vemos a dos personajes –irrelevante para la trama– que discuten con un lenguaje técnico sobre la necesidad de talar un árbol para que este no interfiera en la recepción de las ondas de una antena parabólica que uno de los personajes se ha comprado. Lo interesante es que ese árbol no está ni siquiera en su parcela, sino en el jardín de su vecino –el padre de Alan– quien le dice, en tono crítico, que su tecnochatarra –haciendo referencia a la antena parabólica– no es más importante que su árbol–obviaremos aquí las referencias a la propiedad privada de la naturaleza–.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

No obstante, más allá de esta discusión, lo que consideramos relevante de esta escena es mostrar cómo se hace visible el desprecio por la naturaleza que, en un mundo capitalista, se entrelaza con la dominación tecnológica: si un árbol impide satisfacer mi deseo de consumir televisión por cable lo mejor que se pude hacer es talar el árbol, no hay que pensar, dudar o imaginar otras alternativas, solo ejecutar. Aquí la tecnología se transforma en el Comando de Élite mientras que el árbol simboliza a los despreciables Gorgonitas.

La segunda escena que se hila con esta que acabamos de exponer se encuentra al final de la película. Los daños colaterales causados por el desarrollo tecnológico se ven remediados cuando el magnate tecnológico de Globotech reparte cheques con cantidades inmensas de dinero para arreglar las vidas de las personas damnificadas por su tecnología. El capital y la tecnología salvando nuevamente la vida de las personas –que contento estaría el fxscxstx Nick Land de esta actuación ¿verdad?– pero la cosa no queda aquí. En el deseo de producir, rentabilizar y maximizar sus beneficios, Gil Mas ve en el Comando de Élite algo más que juguetes, ve mini ejércitos que enviar a los “rebeldes de américa del sur”, una perfecta alegoría a los actuales Killer Robots que los fascistas de Steve Bannon, Elon Musk y todo el gobierno de Netanyahu promueven y usan para su genocidio.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

Si observamos ahora desde una perspectiva de género el momento más Frankenstein de esta película –cuando el Comando de Élite recluta a las Barbies para ampliar su ejército– repararemos en como estas muñecas han sido despojadas de su ropa quedando únicamente en ropa interior –también podríamos hablar de los comentarios machistas que algunos personajes del Comando enarbolan, pero estos son ya una caricatura al pensamiento machista y heteronormativo que da forma, en la vida real, a muchos ejércitos– la cuestión aquí es entender que en momentos de guerra o lucha, cuando los cuerpos deben estar protegidos de las armas y los posibles ataques, el cuerpo de las mujeres queda descubierto y erotizado mientras que el de los hombres está protegido. Este recurso se repite en otros géneros como el cine de fantasía mostrando los imaginarios machistas y heteronormativos que han dado forma a estos mundos.

Cerrando este análisis recurrimos nuevamente al filósofo y crítico cultural Mark Fisher, quien decía que la tarea política más urgente es la reconstrucción del deseo. Pequeños Guerreros nos recuerda que el deseo reconstruido no se parecerá a los slogans de Silicon Valley ni a los anuncios de juguetes inteligentes. Será disonante, torpe, inclasificable. Serán los Gorgonitas, no los soldados, quienes nos hablen del futuro. Pero ese futuro aún no ha sido autorizado.

Como Archer, líder de los Gorgonitas, le recuerda a Alan antes de partir en un pequeño barco a través de un río perdido de Ohio para buscar Gorgon: Alan, aunque no veas algo, no significa que no exista.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)

En conclusión, que no podamos ver los postcapitalismos no implica que estos no existan o no hayan existido, pues sus espectros siempre nos acompañarán, son el viento y la corriente que empujan el barco de los Gorgonitas hacia su destino. Mientras que los personajes de la película quedan presos por el encanto del capital sin plantear una crítica a lo que Mark Fisher llamaba el meollo entre el deseo, el capital y las tecnologías de consumo, los Gorgonitas se preguntan constantemente qué hay más allá. El conocimiento, las ganas de aprender, de emancipación y de construir una nueva realidad lejos del realismo capitalista, eso es el deseo postcapitalista.

La utopía no está perdida, los Gorgonitas fueron programados para perder, para que sus sueños y sus futuros fueran bloqueados y aniquilados. Pero en los momentos de desesperación, cuando ya no hay nada que perder, la lucha surge y el miedo cambia de bando. Los Gorgonitas siempre buscaron pacíficamente su libertad y llegado el momento plantaron cara al Comando de Elite. Los postcapitalismos son bloqueados y aniquilados por el realismo capitalista, pero siempre serán movidos por el deseo de saber qué hay más allá, aunque no podamos verlo.

Fotograma de la película Pequeños Guerreros (1998)



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