La sociología de Zygmunt Bauman: una clave para entender nuestro tiempo

 

La sociología de Zygmunt Bauman: una clave para entender nuestro tiempo


Autor: Hersson Piratoba. Fuente:www.flickr.com. Licencia: (CC BY-NC-ND 2.0)

Para quien no lo conozca, el sociólogo Zygmunt Bauman nació en Polonia el año 1925. Sin embargo, paso la mayoría de su vida y etapa académica en Inglaterra, concretamente desde 1971. Finalmente, murió en el 2017 con la edad de 91 años convertido en uno de los principales pensadores sociales de nuestro tiempo.

Zygmunt Bauman supo comprender algunas claves básicas del cambio que se estaba produciendo en las sociedades modernas del siglo XXI. Así pues, aunque su obra es extensa y trató muchos aspectos sociológicos; como por ejemplo el exterminio judío por parte de los nazis en Modernidad y Holocausto (1989). Dentro de la parte más tardía de su vida, en la que podríamos considerar su vejez, este fantástico sociólogo nos aportó muchas claves para entender situaciones y patologías sociales que en la actualidad sufre la gente en sus carnes.

 

Zygmunt Bauman y la sociología del cambio

Para quien no haya leído nunca a Zygmunt Bauman y le sean extraños los términos que emplea como Modernidad líquida, Vida líquida o Amor líquido, tiene que tener en cuenta que esta adjetivación que usa comparando estados: sólido, líquido y gaseoso, es una manera ejemplificada del autor para poder describir fenómenos sociales complejos que conforman un cambio en sus lógicas.

De esta manera, Zygmunt Bauman nos aporta una sociología sobre el cambio. En concreto, el cambio en las estructuras sociales que formaban la sociedad moderna hacia otro tipo de estructuras sociales y, por tanto, de sociedad. Una sociedad que el bautiza como Modernidad Líquida. 

Seguramente, y aunque no se tengan nociones muy avanzadas de sociología, para muchos y muchas quedará bastante obvio la diferencia de las sociedades de hace 50 años a las sociedades actuales, sobre todo por tres factores principales:

-El sector terciario (servicios) ha superado al sector industrial en la totalidad de los países occidentales.

-La revolución digital con el descubrimiento de internet y el surgimiento de las nuevas tecnologías.

-El fin de la Guerra Fría y la consolidación del capitalismo como único sistema hegemónico junto con una sociedad de consumo globalizada.

Todos estos acontecimientos se van sucediendo simultáneamente a los cambios en las instituciones sociales que regían la modernidad, pasando de una Modernidad sólida a una Modernidad líquida. Para Bauman, esto quiere decir que los espejos donde todas las personas como sujetos sociales se miraban para aprender pautas sociales, normas, signos y significados han pasado a ser más volátiles; instituciones hegemónicas como la iglesia, los parámetros por los que se rigen las relaciones sentimentales, el arte, etc. Todas estas dimensiones institucionalizadas bajo la tradición sólida de la modernidad han dado paso a un estado de estas mismas dimensiones de carácter líquido

¿Quiere decir que Zygmunt Bauman critica el cambio o el progreso sobre la tradición? Ni mucho menos, Bauman es un autor que critica claramente al capitalismo de nuestra época, pero también la tradición y muchas facetas atroces de la Modernidad, como hizo en la ya nombrada anteriormente Modernidad y Holocausto (1989).

No obstante, Zygmunt Bauman se da el lujo de no solo criticar a la Modernidad sino también a su hermana más joven la Postmodernidad o si queréis llamarla de otra manera la Modernidad Líquida. El sociólogo polaco a través de su obra de sociología se centra en remarcar que vivimos tiempos donde el cambio constante y la aceleración de los procesos sociales es la característica más destacada.  Es decir, no hace una crítica conservadora frente al cambio, sino que advierte de que el cambio constante ahora nos traspasa en esta nueva Vida líquida.


Zygmunt Bauman y la sociología del consumo

Foto de Times Square, Nueva York, uno de los espacios icónicos del consumo en el mundo. Autor: Terabass 19/09/2009. Fuente: Wikimedia Commons (CC-BY-SA-3.0)


Para Zygmunt Bauman no hay duda, el motor de combustión que provoca toda esta aceleración de procesos en la actualidad es el consumo. Ya no somos una sociedad industrializada, somos una sociedad de consumidores. El consumo no es malo de por sí, sin embargo, el nivel de consumo en la actualizad es nocivo, no somos una simple sociedad consumidora, sino que más bien somos una sociedad enferma por el consumo; somos consumistas.

El consumo tiene sus propias lógicas, unas lógicas que están insertas dentro de una cultura capitalista, en este caso la cultura capitalista neoliberal. Resumiendo mucho, las lógicas económicas del liberalismo más extremo nos traspasan como hegemónicas hoy en día: la ferra competencia, el individualismo mas descarnado y la fría lógica económica del coste beneficio se unen con el consumo para crear un paradigma que, según Zygmunt Bauman, nos hace ser una población alienada con su propia identidad bajo estos mantras hegemónicos y nocivos.

Por ejemplo, en el ámbito de la educación se juega una carrera a contrarreloj; tenemos constantemente que estudiar, formarnos, aprender nuevos idiomas, aprender a usar la última red social para buscar empleo, etc. La educación no se vertebra por la necesidad del simple hecho de saber y culturizarse sino por el hecho de tener mejores atributos y estar actualizados para poder competir en el mercado laboral. No aprendemos cosas, sino que consumimos conocimientos, de ahí que se prime muchos más la capacidad memorística de las personas que la reflexiva.

En el ámbito de la generación de una identidad personal pasa algo parecido, el consumo ha pasado a ser la dimensión que más nos vertebra; nuestra identidad como persona se construye a través de lo que consumimos, somos las posesiones que hemos sido capaces de comprar.

También en el ámbito de las experiencias parece ser que todo se consume; series, cine, deporte, viajes... Se consume, se graba y se sube a las redes sociales, pues todo es un escaparate en forma de pódium donde mostramos nuestras más preciadas experiencias y posesiones.

Este contexto genera según Zygmunt Bauman un obvio tejido social patológico, nocivo y alienante que puede traer problemáticas de salud mental y una pérdida de mirada y pensamiento colectivo, dificultando así también nuestra capacidad como sociedades de resolver retos.

Nada más lejos que los últimos acontecimientos: la pandemia, el cambio climático, los conflictos bélicos… todos ellos traspasados por las lógicas económicas del consumo y el beneficio de unos pocos respecto al sufrimiento del resto de la sociedad.


La microsociología a través de Zygmunt Bauman: una reflexión de lo personal hacia lo ético

Fotografía de una persona sin hogar. Dominio Público


La microsociología se centra en la interacción de los individuos, digamos que a grosso modo estudia el contexto social desde objetos de estudio individuales o pequeños, huyendo de intentar comprender los sistemas sociales o poblacionales a gran escala.

El concepto de liquidez y aceleración de los procesos vitales de las sociedades es muy útil para comprender como a escala micro a cada uno de nosotras y nosotros nos vertebran las lógicas sociales. En concreto, las lógicas que argumentaba Bauman traspasadas por el consumo y la cultura individualista neoliberal.

Para concluir, contaré un caso personal que me pasó hace poco con la intención de que ayude a comprender como de sociales son nuestras percepciones y nuestras vidas. 

El relato empieza un sábado, en el día y la hora perfectas para la fiebre consumista, yo iba andando por la capital de la región donde resido, Valencia. Por una de las avenidas principales del centro de la ciudad vi una gran cantidad de personas sin hogar pidiendo en las puertas de los grandes establecimientos: FNAC, Zara, Apple y demás gigantes transnacionales. La gente pasaba apresurada unos entre otros frente al calor sofocante que este cambio climático hace cada vez más insufrible y, también, actuaban de manera indiferente frente al sufrimiento de nuestros congéneres

Entré en una librería para buscar algunos libros de sociología que tenía pendientes de leer para seguir ampliando los conocimientos y el proyecto de Sociología Inquieta. Estaba estresado, me dolía la cabeza, combinar la divulgación con el trabajo remunerado se me hace cuesta arriba, en ocasiones. Al parecer yo también me estaba autoexplotando como un objeto mismo de consumo. Gracias a las casualidades me acababa de terminar el maravilloso libro de Úrsula K. Le Guin Los desposeídos, el poso reflexivo de su obra seguía surcando mis pensamientos. 

Después de salir de la librería caminé unos metros más y entonces empecé a reparar en cada uno de los “sin techo” que pedían limosna en la gran avenida; nadie los miraba, la gente pasaba acelerada por su lado, como si en lugar de seres sólidos nos diluyéramos rápidamente por el desnivel de una superficie. Uno de los "sin techo" se dio cuenta de que le estaba observando, me miró y agachó la cabeza, tenía un cartel hecho de cartón donde ponía: nadie debería estar en la calle. Estuve con la tripa revuelta todo el trayecto del tren, pensando en estas personas. ¿Debería haberme parado a charlar con ellos, a que me contaran su historia? ¿No es ahí donde se supone que tiene que estar un sociólogo? ¿En la invisibilidad social, en la normalización del poder? Sea cual sea el sitio de una socióloga o sociólogo no me atreví, quizá en la próxima me pare hablar con ellos y escriba un artículo, no sin antes darles las gracias a Bauman, Úrsula y la sociología por darme algo de solidez frente a esta subida de marea interminable.

Es nuestro sentimiento lo que nos une. El amor no obedece a la mente, y cuando se lo violenta se transforma en odio. El vínculo que nos une está más allá de toda posible elección. Somos hermanos. Somos hermanos en aquello que compartimos. En el dolor, en ese dolor que todos hemos de sufrir a solas, en la pobreza y en la esperanza reconocemos nuestra hermandad. La reconocemos, porque hemos tenido que vivir sin ella. Sabemos que para nosotros no hay otra salida que ayudarnos los unos a los otros, que ninguna mano nos salvará si nosotros mismos no tendemos la mano. Y la mano que vosotros tendéis está vacía, como lo está la mía. No poséis nada. No sois dueños de nada. Sois libres. Todo cuanto tenéis es lo que sois, y lo que dais (…) En Anarres no tenemos nada más que nuestra libertad. No tenemos nada que daros excepto vuestra propia libertad. No tenemos leyes excepto el principio único de la ayuda mutua. No tenemos gobierno excepto el principio único de la libre asociación. No tenemos naciones, ni presidentes, ni banqueros, ni propietarios, ni salarios, ni caridad, ni policías, ni soldados, ni guerras. Tampoco tenemos otras cosas. No poseemos, compartimos. No somos prósperos. Ninguno de nosotros es rico. Ninguno de nosotros es poderoso. Si lo que vosotros queréis es Anarres, si ese es el futuro que buscáis, entonces os digo que vayáis a él con las manos vacías.”

Úrsula K. Le Guin, Los desposeídos (1974).



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