La fragmentación del individuo en el capitalismo actual

 

La fragmentación del individuo en el capitalismo actual


Fuente: Pixabay

El individuo y el colectivo, dos caras de una misma moneda inseparable, dos vertientes que desde el principio de la filosofía y la teoría social han presentado un campo de debate.

En realidad, esta dualidad se presenta muchas veces como un conflicto. El individuo peligra frente a los poderes absorbentes del grupo, el grupo y la sociabilidad se difumina y pierde sus mejores rasgos solidarios si se empieza a pensar en una lógica puramente individual.

En la actualidad, este baile de dimensiones entrecruzadas sigue estando vigente. Sin embargo, la balanza se ha decantado de una manera radical hacia el individuo. A muchas y muchos no os será raro escuchar aquello de que vivimos en una sociedad individualista donde cada uno mira hacia su ombligo y olvida que forma parte de algo más grande y complejo, algo que estudian las ciencias sociales: la sociedad.

La mayoría de sociólogas y sociólogos que estudiamos día a día la dimensión social de lo humano, llegamos a la conclusión de que nada escapa de lo colectivo. Las relaciones sociales forman los entornos en los que vivimos, pero esto no acaba aquí, ya que conforman a los propios individuos. Es decir, por mucho que el individuo se presente como algo antagónico al grupo o al colectivo, en realidad, las identidades individuales se forman a través de una constante entrada y salida de información a través de la interacción social. Por tanto, los individuos somos inherentemente sociales, pues nuestra identidad individual tiene una estructura que se forma socialmente.

Ahora bien, dejando de lado esta reflexión y avanzando hacia el presente inmediato ¿Es cierto que vivimos en una sociedad individualista? ¿Y si es así en qué sentido? Se puede decir que nuestra sociedad es más "social" que nunca, aunque parezca una absurdez, estamos más conectados, interactuamos de manera más globalizadora y los flujos de información que manejamos son colosales. No es en vano que muchos teóricos sociales nos han bautizado como la sociedad de la información y el conocimiento.  

No obstante, aun con todo lo descrito en el párrafo anterior somos una sociedad de fuertes irracionalidades. En realidad, estamos más conectados que nunca a nivel comunicativo (al menos en el plano técnico e instrumental), pero nuestro poder de consenso e interacción colectiva está bajo mínimos. Por otra parte, huimos despavoridos de todo aquello que representa en muchas ocasiones lo colectivo. No queremos renunciar a la tan preciada individualidad y en cierta manera es comprensible.

Pero, la reflexión exige más, vamos a ir un punto más allá entre la dualidad individuo y colectivo. Parece que la sociedad capitalista actual prima al individuo ¿Cómo hace esto? a través de la legitimación de relatos como el sueño americano. Me explico, el sistema capitalista y su lógica neoliberal más radical manifiesta la realidad a través de la lógica individual. Es decir, da explicaciones individuales a tesituras, contextos y ámbitos que solo pueden entenderse desde un punto de vista social. Ejemplo de esto es el ya nombrado mito del sueño americano, un relato basado en la meritocracia que viene a decirnos: todo lo que pase en tu vida respecto a tu trabajo, tus metas, tus objetivos vitales, sentimentales o afectivos tiene una explicación individual, conócete a ti mismo, esfuérzate más y obtendrás tus metas.

Esta premisa se presenta del todo incoherente, pues existen otras muchas otras dimensiones estructurales aparte del esfuerzo que pueden dar una explicación a los retos y dinámicas vitales de nuestras vidas: clase social, etnia, género, orientación sexual, etc. Sin embargo, como se nos da una explicación de este tipo (falsa intencionadamente) el resultado en nosotros y nosotras como individuos es la fragmentación de la identidad, algo que nos causa como poco incertidumbre y desorientación.

Por tanto, nos encontramos con una sociedad capitalista que genera este tipo de problemáticas individuales pero que son a su vez, como se ha argumentado antes, son sociales. Pero nos preocupéis, el capitalismo como buen optimizador económico nos vende una solución: dentro de esta sociedad tan rara y que te hace sentir extraño o extraña puedes salvarte, puedes encontrar tu propio camino ¿Cómo? Diferenciándote del resto, siendo diferente, siendo un naufrago dentro de ese mar de "borreguismo". Pero ¿Cómo vamos a conseguir algo tan difícil?  ¿Quién nos asegura que diferenciarnos de los demás  nos va a servir para encontrar una satisfacción vital, una autorrealización plena en esta vida interconectada donde compartimos espacio con más de 7700 millones de personas? El mercado tiene la respuesta amigos y amigas: consumiendo.

Pero escuchar, no consumiendo de cualquier manera, consumiendo con una precisa intención: diferenciarse de los demás. Y claro, aquí llega el gran problema, si todos estamos intentando consumir de manera personalizada pero masiva para formar su identidad, acabamos convirtiéndonos todos en lo mismo: consumidores masivos insatisfechos. Porque lo queráis o no, es imposible formar una identidad verdadera a través del consumo capitalista. Esta identidad estará fundada bajo castillos de deseos infundados por la publicidad, inseguridades, cánones de belleza superficiales y demás modas impuestas por el mercado. Unas modas que además son fugaces, rápidas y en muchas ocasiones nocivas psicológicamente, unas modas que nos harán fragmentar nuestra identidad hasta no saber quiénes somos.

De esta manera, al priorizar con dicha lógica descrita lo individual frente a lo colectivo, acaba formándose una patología social severa: la imposibilidad de avanzar colectivamente, de llegar a consensos, de avanzar en política, de gobernar para la comunidad, de tolerar, de aprender y de pensar de manera colectiva los problemas. Una manera de enfocar la vida que creáis o no sigue siendo la mejor forma de comprendernos como individuos.



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